A veces se dice, con argumentos bastante convincentes, que en el fútbol ya todo está inventado. En el ámbito de las peñas o grupos de seguidores más radicales del FC Barcelona, estos parecen haber surgido a finales de los años ochenta o inicios de los noventa, pero en realidad ya venían de mucho más atrás. El motivo: la rivalidad deportiva y política con el RCD Espanyol.
A inicios de los años 20, el FC Barcelona tenía una sección de lucha grecorromana que lideraba un gran campeón como Emili Ardèvol, quien simpatizaba con algunas tendencias políticas catalanistas. Tomando su nombre, se creó una peña barcelonista, la Penya Ardèvol, que se caracterizaba por su animadversión contra el otro equipo importante de la capital catalana, el RCD Espanyol. Se trataba de una rivalidad forjada por las diferencias tanto a nivel deportivo, como también político e institucional. Tanto era así que, tras la inauguración del Camp de Les Corts el 20 de mayo de 1922, Joan Gamper presumía por toda Barcelona de su nuevo y flamante estadio, bromeando y haciendo sorna de su gran rival ciudadano.
El presidente del Espanyol era Genaro de la Riva, un prohombre del club que justo aquel año había conseguido robarle al Barça el mítico portero Ricardo Zamora. Ahora, Gamper le devolvía el bofetón pasándole por la cara aquel nuevo estadio. De la Riva no encajó bien esta burla de Gamper y, de su propio bolsillo, compró los terrenos de Can Rabia, donde un año después inauguraría el mítico estadio de Sarrià.
El inicio de una rivalidad de más de 110 años
No es de extrañar, pues, que cada derbi casi se convirtiera en un acto bélico a todos los niveles. De hecho, los primeros rifirrafes ya llegaron en la década del 1910, donde las denuncias entre ambos equipos eran constantes. El 1911, Gamper expulsó un grupo de jugadores del FC Barcelona que, en contrapartida, ficharon por la Espanyol y lo reforzaron enormemente, hecho que provocó que los duelos fueran algo personal. Posteriormente, estalló el famoso caso Garchitorena, donde el Espanyol denunciaría el FC Barcelona por alineación indebida del jugador filipino Juan Garchitorena después de perder una eliminatoria del Campeonato de Catalunya.
En una época de politización de la sociedad por la lucha por la autonomía, el sindicalismo y el pistolerismo, ambos equipos quedaron marcados para siempre. El Barça era el club catalanista y el Espanyol el club españolista, siguiendo la tendencia que defendía entonces la familia De la Riva.
El “derbi de la calderilla”
Otro episodio fue el del 23 de noviembre del 1924, cuando se vivió el famoso “derbi de la calderilla”, recordado por las peleas y la lluvia de monedas que obligaron a repetir el partido sin público. Estas peleas estuvieron protagonizadas, en parte, por los miembros de la citada Penya Ardèvol y la Peña Ibérica del Espanyol. Esta última estaba formada por jugadores de la sección blanquiazul de rugby y editaba publicaciones de carácter político donde se definían como “una juventud catalana marcadamente españolista”. Entre sus miembros, estaba José María Poblador, futuro miembro de la Falange, y Josep Clapés, futuro alcalde de Terrassa durante el franquismo.
No es de extrañar, pues, el significado de aquellos derbis y la enorme tensión que se viviría en el terreno de juego, los despachos y las gradas. Una rivalidad que ha llegado a nuestros días tras más de 110 años. Habría sido muy interesante conservar imágenes de alguna trifulca entre “grecorromanos” y jugadores de rugby.