La final del Campeonato de España, celebrada el 16 de mayo de 1926, significó mucho en la evolución del mundo de las peñas y en la euforia colectiva del barcelonismo en general.
Habría que recordar que el Campeonato de España, actualmente Copa del Rey (la Liga aún tardaría tres años en aparecer) lo disputaban los primeros clasificados de los diferentes campeonatos regionales. La implantación oficial del profesionalismo, también en 1926, significó la queja de muchos clubes que ya reivindicaban el poder enfrentarse en un campeonato global a los mejores equipos de España, sin depender de la clasificación previa del campeonato doméstico. Los clubes tenían la obligación de pagar sueldos importantes a los jugadores y exigían también un campeonato donde los ingresos fueran superiores.
Recorrido impecable hasta la final
Aquel campeonato de España se presentaba bastante competido: se batió el récord de participación con un total de 24 equipos, con el concurso de los dos primeros clasificados de cada Liga. El reparto era de ocho grupos de tres equipos, de los cuales solo se clasificaba uno. En el caso del FC Barcelona, quedó agrupado con el Zaragoza y el Levante. Samitier y sus compañeros de la Edad de Oro ganaron todos los partidos disputados.
En cuartos de final, los esperaba el Real Madrid, pero cuando aquel enorme Barça de los años 20 se ponía las pilas, no tenía rival: 1-5 en Chamartín y 3-0 en Les Corts. En las semifinales, se superó a partido único al potente equipo vasco del Real Unión de Irún por 2-1. La final, que se disputaría en Valencia, se presentaba bastante igualada contra un Atlético de Madrid que venía de una dura semifinal contra el RCD Espanyol.
Aquel día, en Mestalla, se dio un fenómeno único hasta entonces y que ha perdurado hasta nuestros días: una gran expedición de socios y peñas que viajarían en ferrocarril desde Barcelona a Valencia. Y a buen seguro que el apoyo de todos estos cientos de peñistas hizo sentir a los jugadores del Barça como en casa. A pesar de que los 90 minutos acabaron con empate a dos goles, conseguidos por Samitier y Just, el título se decidiría en la prórroga con la intervención de un veterano que aún conservaba el olfato de gol: Paulino Alcántara. El resultado definitivo fue de 3-2 y el preciado trofeo viajó hacia Barcelona.
Un impulso para las peñas
Precisamente, después de aquel desplazamiento el aumento de la actividad peñística se hizo más activo los años posteriores. Y una de estas peñas que evolucionaron bastante aquel año fue la Penya Ben Fets, que ya el 5 de febrero organizaba en el Hotel Colón de Barcelona una gran comida en honor a la figura del momento, Josep Samitier. “El hombre Langosta” o “El mago de la pelota” era un entusiasta de las peñas, y no se lo quiso perder.
Está claro que la naturalidad con que los jugadores vivían esta condición de ser parte del Club los llevaba a participar en actos como estos y muchos otros, organizados por las decenas de peñas que tenía ya el FC Barcelona. La máxima figura y otros miembros de la plantilla compartían comidas, cenas y tertulias con la gente que los quería, como si fuera la cosa más normal del mundo. Igual que hoy en día…